El autor propone una serie de respuestas ante esos interrogantes relativos a la fe que pueden llegar a hacer dudar a los jóvenes y a quienes les rodean. Al ver a tantos chicos y chicas perder la fe en la adolescencia, muchos padres se preguntan qué pueden hacer ellos para que sus hijos no se vean arrastrados en idéntica dirección. Al ver a tantos chicos y chicas perder la fe en el mismo despertar de la adolescencia, muchos padres se preguntan qué pueden hacer ellos para que sus hijos no se vean arrastrados inadvertidamente en idéntica dirección. Otras veces son los hijos los que observan este fenómeno a su alrededor, y ven que su fe no es firme y quizá en su cabeza rondan demasiadas preguntas sin respuesta. Las causas por las que puede perderse la fe son muchas y muy diversas. El autor se detiene aquí a analizar una de ellas: la crisis que puede producirse en una persona que no sabe dar respuesta convincente a las objeciones relativas a la fe que, día tras día, se presentan a su alrededor. Planteándolo como una conversación con un interlocutor que plantea numerosas cuestiones, el autor busca razones a las que todos pueden adherirse -y no recela por tanto de inspirarse en filósofos no cristianos-, propone algunas de esas respuestas.