Sócrates de Constantinopla, el Escolástico (ss. IV-V d. C.), con su Historia eclesiástica, al igual que Sozómeno y Teodoreto de Ciro, se propuso continuar el trabajo realizado por Eusebio de Cesarea. Pero su proyecto es distinto y también su manera de abordar la cuestión. Él mismo confiesa todo esto en las primeras líneas de su obra. No se trata de un encomio al emperador, sino de contar rigurosamente los hechos acaecidos: Eusebio el de Pánfilo expuso en diez libros en total la historia eclesiástica […] al escribir sobre la vida de Constantino, hace en parte mención de lo tocante a Arrio, más preocupado de elogiar al emperador […] que de recoger con exactitud lo sucedido. Pero nosotros […] daremos comienzo a nuestra obra desde donde él concluyó, sin preocuparnos de usar una expresión ampulosa, sino contando todo lo que hemos hallado en los documentos escritos o hemos oído de quienes nos han relatado la historia. Desde Diocleciano hasta Valentiniano III y Teodosio II, Sócrates se detiene también en la historia del imperio, así como en la expansión del cristianismo, en la actuación de los obispos y en los hitos fundamentales de la Iglesia en su relación con las herejías y con otras religiones. De Roma a Constantinopla y Jerusalén, de Alejandría a los otros nuevos centros cultura-les y religiosos, el historiador nos conduce a través de todos estos lugares y de los hechos que allí acontecieron y que tienen cabida en una obra de fácil y amena lectura.