La magia de las reflexiones de Timothy Radcliffe radica en que sus palabras, ciñéndose estrechamente a la vida, nos elevan, levantan nuestro espíritu, nos apasionan con bellas visiones del futuro, dan sentido a nuestro ser cristianos y nos hacen amar profunda y auténticamente a Dios y al mundo. Si queremos que el cristianismo siga viviendo y prosperando en el siglo XXI, tenemos que evitar dos tentaciones: encerrarnos en un gueto y asimilarnos a la sociedad hasta el punto de ser esclavos de una cultura casi del todo secularizada. Para no caer en ninguna de ellas hemos de estar con la gente y compartir sus problemas. Debemos estar junto a nuestros contemporáneos, prestando atención al evangelio y a las enseñanzas de la Iglesia. Solo entonces podremos descubrir juntos una Palabra que ha de ser compartida. La magia de las reflexiones de Timothy Radcliffe radica en que sus palabras, ciñéndose estrechamente a la vida, nos elevan, levantan nuestro espíritu, nos apasionan con bellas visiones del futuro, dan sentido a nuestro ser cristianos y nos hacen amar profunda y auténticamente a Dios y al mundo. De esta interacción gozosa nace espontáneamente la esperanza renovada y reforzada, que debería ser el logro de todo cristiano.