Esta obra nace del contraste entre unos principios fundamentales: «el fruto de la justicia es la paz»; «la paz es el respeto al derecho del otro» «los derechos de los pobres son más sagrados que los de los poderosos»... Y, por otro lado, unos datos innegables de nuestro presente: «un niño muerto hoy de hambre no es una desgracias sino un asesinato» (J. Ziegler); un sistema que produce «ricos cada vez más ricos a costa de pobres» (J. Pablo II); un progreso en buena parte injusto, edificado sobre víctimas humanas; unos medios de comunicación que por su misma estructura son más servidores del Capital que de la verdad; una declaración de derechos humanos que, sin otra declaración de los deberes humanos, se convierte en una justificación de los caprichos de los poderosos...